sábado, 30 de marzo de 2013

Fernando García Maroto: "El infierno ha perdido su carácter divino"

Entrevista de Fernando Sánchez Calvo
 
Fernando García Maroto es un matemático que, como no podía ser de otra manera, cree en la palabra exacta. Es autor de las novelas La geografía de los días, La distancia entre dos puntos y Los apartados, Premio Entelequia de Novela 2011. En esta entrevista para La Tormenta en un Vaso hablaremos de sus referentes narrativos, sus estrategias, su relación con la ficción y sus nuevos proyectos.


Hábleme del origen, de la necesidad por la que nació Los apartados.
—Su origen es la propia necesidad que tengo de escribir, de ir creando una voz propia, construyendo un discurso coherente. Y todo esto siempre a partir de una escritura precisa y una prosa cuidada.

La novela, como simbiosis del género negro y del western, responde obviamente a unos clichés. ¿A cuáles de ellos se les saca más partido en el proceso de escritura?
—Sobre todo a la enorme capacidad para la ficción que me permiten: cualquier cosa es posible, y la verdad no es tan importante como el realismo, como la dureza y la sordidez del mismo.

—«No se le puede hacer más daño a quien ha decidido como elección no sufrir». Es una cita de las páginas finales de la novela. ¿El pesimismo como forma de vida o como coraza?
—Si me pregunta por la novela, por la ficción, una mezcla de ambas: forma de vida y también coraza. A fin de cuentas, el pesimismo entendido como forma de vida todavía deja un pequeño resquicio a la esperanza, y no es necesariamente malo.

El espacio (mítico y asfixiante), la corrupción sexual y el protagonista, nos llevan a Juan Rulfo. ¿Se reconoce en él?
—En Juan Rulfo, un poco sí. Pero también, y por los mismos motivos descritos, en el José Donoso de El lugar sin límites, con ese territorio cerrado y malsano llamado Estación El Olivo, metáfora evidente del infierno. Y en Juan Carlos Onetti, con toda la crudeza de su Santa María, ciudad ficticia por antonomasia dentro de la literatura en castellano, y una de mis predilectas por su enorme capacidad de evocación y por la grandiosa mitología construida con maestría a su alrededor.

¿Qué tiene Villa de Santa María, de Comala o de Macondo?
—Como le digo, de Santa María mucho; o eso me gustaría. Quizá menos de Comala o Macondo, aunque todos estos lugares, y Villa no es una excepción, le deben mucho, puede que todo, a aquel otro condado de Jefferson de William Faulkner. El ambiente opresivo, la maledicencia de sus gentes, los proyectos desbaratados, las rencillas personales y los secretos inconfesables, con todo su equipaje de rencores, futuras traiciones y venganzas, se encuentran también presentes en este lugar al que he tratado de dar forma y algo de sentido.

La pregunta del millón: ¿es Villa quien corrompe a los apartados que habitan en ella o son los apartados quienes han hecho de Villa ese infierno que es?
—El infierno ha perdido su carácter divino: las personas, en este caso los personajes, son quienes crean el infierno. A mi modo de ver, y a estas alturas, de eso ya no cabe duda alguna.

En una palabra, ¿cuál es el sentimiento que le provocan a usted, como padre, todas las criaturas de esta novela? ¿Tiene alguna preferida, por la que sienta debilidad?
—Desamparo: una vez puestas en el mundo, casi todo depende de ellas; y por desgracia se empeñan en el fracaso. No me decanto por ninguna, sería difícil elegir. Sin existir claramente una exactitud biográfica, todas estas criaturas tienen algo de mí que las ata a mis entrañas.

Cuando se escribe, ¿uno siempre necesita saber hacia dónde va?
—Desconozco qué pasa por la cabeza de cada autor, pero yo sí que lo necesito. Sin embargo, cada personaje y cada situación conspiran de una manera muy diferente, a veces incluso contradictoria, para conseguir ese propósito final que yo me impongo y por el que ellos inevitablemente optan.

¿De qué escritor ha aprendido más y el qué?
—Siempre he abordado mis lecturas con afán de disfrute, siendo un lector activo, pero no en clave de enseñanza o aprendizaje. Por eso, si algún escritor me ha enseñado algo, ha sido de manera involuntaria; y si yo a pesar de todo lo he aprendido, ha sido inconscientemente; que a fin de cuentas es como mejor se recuerdan las cosas. No obstante, las influencias son inevitables, y demasiadas como para elegir sólo una. Cometiendo una injusticia con los demás, y lamentándolo, me quedo con el citado Onetti: en él, la palabra consigue dignificar las más pequeñas acciones, los personajes más ridículos, y poner a cada uno en su sitio. Creo que consiguió, partiendo de un universo limitado y particular, alcanzar a todos, representarnos de algún modo, darnos voz.

¿Cuál es su próximo proyecto?
—Uno que estoy deseando vea ya la luz, aunque tendremos que esperar todavía un poco, hasta el último tercio de este mismo año: un libro de relatos titulado La vida calcada que publicará la editorial mexicana-estadounidense Paroxismo: una editorial joven, independiente, que arriesga, apuesta y da cabida a escritores de aquí y de allá que están empezando. Creo que un autor no puede pedir más.

sábado, 23 de marzo de 2013

Javier Ruescas: "Cuando escribo, ni el hambre me saca de mi torre de cristal"

Entrevista de Care Santos
 
Javier Ruescas aún no ha digerido la noticia de que su primera novela realista para jóvenes, Play (Montena), vaya a ser adaptada a la televisión, y ya calienta motores para la salida de la segunda parte de su trilogía: el 9 de mayo llegará a las librerías Show, la continuación de las aventuras de Leo y Aarón, dos hermanos muy especiales, en el mundo de la música y el éxito. En esta entrevista, exclusiva para La Tormenta en un Vaso, el autor nos revela algunos secretos de su cocina de escritura, su relación actual con la literatura fantástica y sus planes de futuro.
 
 
Primera y obligada parada: ¿Por qué el mundo de la música?
—En realidad el mundo de la música fue bastante inesperado, el que yo conocía principalmente era el del cine y el de las estrellas del celuloide. Sin embargo, cuando me puse a plantear con calma la historia me di cuenta de que el universo de la música y de YouTube podían darme mucho más juego ya que han sido menos explotados en la literatura juvenil y por lo tanto son más desconocidos. Además, soy un melómano incontrolable y me pareció una buena excusa para rendir un pequeño homenaje a mis grupos y artistas favoritos.

—¿Usted es más Leo o más Aarón?
—Esta pregunta siempre cuesta responderla porque ambos son como dos buenos amigos. Me lo paso mucho mejor escribiendo los capítulos de Leo porque, a diferencia de su hermano pequeño, no tiene filtro y siempre suelta lo que se le pasa por la mente, como nos gustaría hacer a veces a todos. Sin embargo, con Aarón tengo más cosas en común, como la manera que tiene de entender el arte y su pasión por la música. Sería incapaz de imaginar la historia sin alguno de los dos.
—¿La fama corrompe, más o menos como el poder?
—La fama en realidad es un tipo de poder muy peculiar porque te la entregan las personas que te siguen y que te admiran por alguna razón, y es muy fácil considerar que si tanta gente cree que mereces la pena, es porque todo lo haces bien, cuando no siempre es así. Además, la fama implica un grado de exposición al mundo que otros poderes no tienen, y eso puede convertirse en un arma de doble filo.

—¿Por qué le interesó reflexionar sobre los efectos del éxito?
—Creo que en el mundo globalizado en el que vivimos, en el cuál cualquiera puede convertirse en una superestrella de la noche a la mañana, los peligros se multiplican. Sobre todo cuando esa fama se alcanza muchas veces sin un talento que la respalde. Tras advertir que cada vez más gente, sobre todo los jóvenes, quiere triunfar sin importar la razón ni los medios, me decidí a escribir esta historia en la que acerco lo que yo conozco del estrellato, sus luces y sus sombras, para que los lectores comprueben que no siempre es oro todo lo que reluce y que a veces esta gente a la que siguen millones de personas son las personas más solitarias que existen.

—Esta es la primera parte de una trilogía. Observo que no le teme usted a las largas distancias...
—La verdad es que no, y eso que cuando terminé de escribir mi anterior saga, Cuentos de Bereth, Play juré tomarme un descanso y escribir novelas autoconclusivas. Como se puede ver, no lo hice. Una vez empecé a trabajar en me di cuenta de que no iba a ser capaz de reflejar en un solo libro todos los aspectos de la fama que quería, por lo que restructuré la historia entera para poder desarrollar mejor la evolución de personajes, su relación con el mundo de las estrellas y así evitar de paso un ritmo demasiado precipitado.

—¿Volverá al género fantástico o le ha seducido más el realismo?
—El realismo me ha seducido muchísimo más de lo que imaginaba, y de hecho varios de mis próximos proyectos se mueven en este campo. Sin embargo, no voy a dejar de lado la fantasía. En concreto, uno de los próximos libros que publicaré y que terminé hace algunos meses será la primera parte de una nueva saga de fantasía ambientada en un mundo ficticio con aire circense. Prefiero no cerrarme ninguna puerta e ir probando y aprendiendo con cada nuevo estilo, realidad e historia.
 
—Es usted una persona multimedia. Está detrás de los booktrailers de sus libros, se preocupa de que tengan su banda sonora, canta en ella e incluso difunde contenidos en Internet aunando todas estas facetas. ¿Cree que la figura del escritor al uso, encerrado en su torre de cristal juntando palabras, ha muerto?
—No sé si ha muerto, pero al menos a mí me atrae mucho menos ahora que tenemos a nuestro alcance tantísimas posibilidades. Gracias a internet puedo ayudar con la promoción de mis libros, dirigirla, enriquecerla, y al mismo tiempo aprovechar para hablar con mis lectores. Cuando escribo, escribo, y ni el hambre me saca de mi torre de cristal. Pero cuando no estoy trabajando en eso, me encanta aplicar lo que aprendo por otros canales para dar a conocer mis libros.

—Antena 3 acaba de adquirir los derechos cinematográficos del libro. ¿Qué espera de ello?
—La verdad es que todavía estoy alucinando. Que te compren los derechos de tu libro es lo típico con lo que sueñas desde que escribes tu primer libro, aunque no sea el fin último que persigues. Ahora que ha ocurrido, lo único que espero es que llegue a buen puerto el proyecto y que el resultado sea positivo. Por lo que he podido hablar con la productora, parece que todos remamos en la misma dirección, y eso me alegra muchísimo.
 
—El 9 de mayo estará en librerías la segunda parte, Show. ¿Qué encontraremos en sus páginas?
—En Show volvemos a encontrarnos con Leo y con Aarón, que esta vez tendrán que enfrentarse a un peligroso reality show fuera de lo corriente. A mi entender, este libro tiene un poco más de todo: más romance, más música, más tensión, más secretos sobre la fama... Sólo me queda esperar que los lectores lo disfruten tanto o más que Play. A mí desde luego me ha pasado mientras lo escribía.

sábado, 9 de marzo de 2013

Víctor Sabaté: "No creo que escribir para cierto tipo de lectores sea una decisión que uno pueda tomar deliberadamente"

Entrevista de Care Santos


La primera pregunta es obligada. ¿Qué hay entre usted y Nathaniel Hawthorne?
—Hay una conexión inicial un poco azarosa, puesto que decidí utilizarlo como personaje porque encajaba con una parte de la historia que finalmente eliminé de la novela. Hay un grato descubrimiento: a Hawthorne yo lo conocía por Wakefield y por unos pocos relatos fantásticos, y no me parecía que me pudiera interesar demasiado el resto de su obra; sin embargo, al final sí lo ha hecho, sobre todo algunos textos autobiográficos considerados menores en su producción. Y hay también ese sentimiento de fraternidad diferida en el tiempo que llega a sentirse con un autor cuando hemos compartido con sus libros un período largo y continuado.
 
En la ficha biográfica que acompaña al libro confiesa usted que le gusta más leer que escribir. ¿Escribir es una consecuencia de leer, entonces?
—Cuando el futbolista Antonio Cassano publicó su segundo libro dejó esta maravillosa frase para la posteridad, que refuta esa afirmación: «Ahora puedo decir que he escrito más libros de los que he leído». De modo que no, escribir no es, necesariamente, una consecuencia de leer. Al menos no de manera general, y no estoy muy seguro de si lo es en mi caso en concreto.
 
El joven Nathaniel Hathorne es una novela que trata de libros y literatura. ¿Escribe para lectores con cierta cultura literaria?
—No creo que escribir para cierto tipo de lectores sea una decisión que uno pueda tomar deliberadamente; se escribe a partir de los temas que nos obsesionan y de nuestras afinidades literarias, y, claro, también limitados por nuestras capacidades. Supongo que, a pesar de que he intentado que la historia pudiera ser disfrutada por cualquier tipo de lector, sí puede decirse que es fundamentalmente una novela para lectores voraces. No sé si es lo que he querido hacer, pero es, en cualquier caso, lo que he sabido hacer.
 
Uno de los ejes vertebradores de la trama es una obsesión que suele afectar a los escritores: que otro se adelante a sus ideas, o que le ocurra lo mismo que a varios más. ¿Padece usted esta obsesión?
—Padezco (o padecía, tal vez con este libro la haya exorcizado) esta obsesión, como supongo que la padecerá casi cualquier persona que haya dedicado tiempo a imaginar historias. Varias veces he comprobado cómo algunas ideas que creía mías ya habían sido llevadas a cabo por otros, en ocasiones mucho tiempo antes y a veces después de que yo tuviera la idea. El principal consuelo, o la humillación añadida, según se mire, es que en la mayoría de casos termino por reconocer que esos textos que se me han anticipado son mejores que los que yo mismo podría haber escrito a partir de aquellas ideas.
 
Si tuviera que recomendar libros (ajenos) que hablan sobre libros, no podrían faltar los siguientes tres:
—No podría faltar alguno (casi cualquiera) de Borges, y otro (también casi cualquiera) de Vila-Matas, dos autores que, cada uno a su modo, escriben a partir de los textos de los demás. También añadiría El loro de Flaubert, de Julian Barnes, un libro que leí durante el proceso de escritura del mío, y que me hizo perder dos miedos: el miedo a incorporar partes casi ensayísticas en la novela, y el miedo a humanizar un poco el libro incorporando a las divagaciones literarias y metaliterarias una historia paralela mucho más personal sobre la vida del narrador.
 
Está claro que es usted devorador de literatura decimonónica inglesa. ¿Qué encuentra usted en esa literatura que le falte al XIX autóctono?
—Aunque había leído bastante (cómics, novelas de aventuras y best-sellers de terror), el primer libro que me impresionó, con 12 o 13 años, fueron las Narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe. Desde entonces, leer cuento fantástico del XIX y principios del XX se ha ido convirtiendo a lo largo de los años en un hábito casi inevitable, y los autores que me gustan más suelen ser anglosajones, donde la tradición de la literatura de género ha sido siempre fuerte y diversa. En las literaturas española y catalana de esas épocas la tradición fantástica es bastante deficiente; hay excepciones, y algunas antologías han intentado rescatar ejemplos de ella, pero es innegable que no son ni remotamente comparables al talento acumulado en el ámbito anglosajón.
 
¿Qué escribe ahora?
—Escribo un libro infantil y algunos ejercicios de estilo, mientras termino de decidirme por alguna de las dos ideas para novelas cortas que me rondan desde hace tiempo.
 
 
Fotografías © Xavier Serrahima