miércoles, 31 de octubre de 2012

Rocío Carmona: "He sentido que daba un pasito adelante"

Rocío Carmona sorprendió a lectores y crítica con su primera novela, La gramática del amor, un homenaje a la literatura en clave de viaje iniciático. Ahora, publica El corazón de Hannah, una historia en que las tradiciones de la comunidad amish le sirven de excusa para narrar con suspense y emoción un despertar al mundo y, por supuesto, a los sentimientos.

Entrevista de Care Santos

Lo primero que sorprende de El corazón de Hannah es que haya elegido a la comunidad Amish como protagonista de la novela. ¿Por qué ellos?
 
—Un amigo me trajo una revista alemana donde aparecía un artículo acerca de una mujer amish que había abandonado a su marido y a su comunidad para marcharse a Nueva York. La historia me impactó y ese fue el germen de la novela. Me pareció muy atractivo imaginar qué podría pasarle a una chica que ha vivido toda su vida en una comunidad muy religiosa y cerrada, en un contexto rural y con costumbres más propias de otra época, cuando de repente se ve en una sola en gran ciudad, alejada del mundo pequeño y lento que ha conocido hasta el momento.
 
¿Es una novela dickensiana por pretensión de su autora o porque así lo quería la historia? Y ya que estamos en el año en que se conmemoran los dos siglos del nacimiento del autor inglés: ¿Qué hay entre Dickens y usted?
 
—Algunos lectores están diciendo que la novela tiene cierto aire dickensiano por los constantes cambios de fortuna de la protagonista , y quizá por el estilo de algunos de los personajes. En todo caso, y salvando las distancias, si es así es porque la historia de Hannah lo requería. Es una novela de iniciación con experiencias muy chocantes para ella e impactantes para el lector. Y Dickens me encanta, como casi todos los novelistas victorianos. Creo que lo primero que leí de él fue una versión adaptada de Canción de Navidad cuando era niña. Me impactó tanto que todavía recuerdo la portada de color rojo y las ilustraciones en blanco y negro.
 
Es una novela con numerosos referentes literarios -también lo era su debut La gramática del amor y que parece volver la espalda a las modas imperantes. ¿Tiene algo que ver todo esto con su concepción de la literatura? 

—Me gusta que me hagan estas preguntas porque soy bastante espontánea en la forma en que me enfrento a esto de escribir, y no suelo plantearme nada de antemano. Escribo, simplemente. Lo que quizá ocurre es que amo tanto los libros, los vivo con tanta pasión y a la vez con tanta naturalidad, porque están en mi día a día desde siempre, que no puedo evitar hablar de ellos todo el tiempo. A menudo cuando me enfrento a una decisión o a un obstáculo me acuerdo de cierta escena de cierta novela, o pienso qué haría ese personaje en mi situación. Es como cuando uno se enamora y no para de hablar de lo guapa, lo inteligente y ocurrente que es su pareja. A mí me pasa con ciertos autores y ciertas obras, y luego esto se filtra en mis novelas. Más que una idea de la literatura es una especie de compulsión de la que no puedo escapar.

Dicen que la segunda novela es la decisiva para que un escritor pueda considerarse tal. ¿Qué sentía mientras la escribía?

—He sentido que daba un pasito adelante. Creo que aún me queda mucho por aprender, pero con esta novela me he notado más segura, con un mayor dominio de la historia y de la técnica. Y la verdad es que he disfrutado mucho.
 
¿Qué le pasará a un lector de 50 años que lea El corazón de Hannah

—Una de setenta y tres acaba de decirme que ha devorado la novela en ¡una sola noche! No lo sé, puede pasar que le entretenga y le sorprenda, que sufra con las idas y venidas de Hannah, que se alegre cuando las cosas le salen bien… O que no le guste. Las posibilidades son infinitas. La protagonista tiene dieciséis años pero creo que su historia puede interesar a cualquiera porque la peripecia que describe, el momento de paso hacia la madurez, es universal, a pesar de las diferencias culturales y geográficas.
 
¿Y qué le gustaría que se le pasara por la cabeza a uno de 15?

—Me gustaría que lo pasaran bien, que se metieran en la novela y se olvidaran de todo lo demás. Mi sueño es conseguir secuestrarlos de la realidad por unas horas.

viernes, 26 de octubre de 2012

Juan Eslava Galán: "Soy una fusión en frío de doña Ermengarda y Marmite"

Con sencillez, naturalidad y muchísimo sentido del humor, Juan Eslava Galán desvela en esta entrevista alguna de las claves de su última novela, Últimas pasiones del caballero Almafiera (Planeta), una aventura emparentada con aquella feliz En busca del unicornio, que nos devuelve al mejor y más auténtico Eslava: el de la novela histórica de ambientación medieval. Sus filias, la relación con sus lectores y, en especial, con sus personajes quedan en sus palabras al descubierto.

1212 es una de las escasas referencias históricas que todo español recuerda, ¿por qué?, ¿y por qué una celebración jovial y festiva de la batalla, que no una visión derrotista como es habitual, como tenemos de casi todos nuestros grandes acontecimientos históricos?
—Era una fecha fácil de recordar, doce-doce. Quería conmemorar la batalla que llevo toda la vida estudiando, pero ahora apenas hay lectores (hombres quiero decir) sino más bien lectoras. O sea, ya me hago un lío. No es que no haya lectores, por supuesto que los hay, pero no se entretienen en ese género ligero la novela, que se va quedando más bien para mujeres. Ellos están más centrados en lecturas más densas y conectadas con la realidad, como el Marca o el As, y en las profundas discusiones sobre temas ligueros que les concitan (y a las que los incitan).  Por lo tanto yo no quería hacer una novela de guerra y batallitas dirigida al ausente lector masculino. A las chicas, que son las lectoras, les preocupan los sentimientos. Inventé una historia de sentimientos y puse en ella muchas enseñanzas que a uno le ha ido dando la vida. Así como Madame Bovary era Flaubert (Madame Bovary cest moi) así yo soy una fusión en frío de doña Ermengarda y Marmite. 
Un libro de acción y aventuras trepidante, sin ripios ni cursilerías y con un rico vocabulario, rescatando no sólo palabras medievales, también desusadas como resultado de nuestra vida urbana. Este mínimo esfuerzo que se le pide al lector, en la que es quizás su novela mejor escrita o la más trabajada, ¿supone una protesta frente al empobrecimiento del lenguaje?, ¿reacción ante una tecnología de la información que se ha desarrollado mucho, pero no el contenido y la calidad de nuestros mensajes.
—No, yo no protesto ya por nada, o por casi nada. Me apetecía hacer un libro intenso, perfumado del castellano naciente y creciente de mis lecturas antiguas y me apliqué a ello con amor y perseverancia. Si ha salido bien, me congratulo y me doy por bien pagado.
Los protagonistas don Gualberto (Almafiera), su amada doña Eliabel de Nemours, doña Ermengarda y don Hugo de Tours, son extranjeros. ¿Por qué razón otorga tanto peso a unos guiris en un episodio bélico que consideramos plenamente hispano?
—Como estamos tan suspicaces con nuestras cuartas taifas (o sea, las 17 comunidades) no quería que nadie se sintiera halagado o zaherido por el origen de los personajes, así que todos guiris y aquí paz y después gloria. Aparte de que eso te permite ver el panorama nacional desde fuera.
Y la pregunta inevitable tras terminar esta maravilla, ¿en qué proyectos literarios e históricos estás trabajando ahora?
—Acabo de sacar Historia del mundo contada para escépticos que me ha dejado un poco para el arrastre. En cuanto me recomponga comenzaré el libro siguiente, que no sé todavía si será novela o ensayo.