jueves, 27 de septiembre de 2012

David Vicente: "Tengo un pasado y no siempre demasiado confesable"

David Vicente no había nacido cuando el hombre llegó a la Luna, pero el tema le fascinó desde pequeño, hasta el punto de elegirlo para su debut como novelista. Forma parte de una generación de escritores preocupados por reivindicar la historia frente a lo literario, que no duda en publicar en Internet antes que en papel. En esto de contar historias y permitir que te las cuenten, ha desempeñado todos los papeles de la comedia. Sin embargo, su primera novela demuestra que éste es su sitio.

Entrevista de Care Santos


No sé si es usted consciente que su novela generará búsquedas en Google de los nombres de sus personajes principales. ¿Lo buscaba?

—¡Ah sí! Pues no, la verdad es que no tenía la menor idea. Si te digo la verdad y, aunque soy un usuario frecuente de la red, no suelo hacer búsquedas sobre mí mismo o sobre la propia novela. Uno tiene miedo de lo que pueda aparecer en la pantalla cuando pulsa el Enter. Como cualquiera, tengo un pasado y no siempre demasiado confesable. Ja ja ja.
Aunque sea un poco ingenuo preguntarlo: ¿cree usted, personalmente, que el hombre pisó la Luna?

—Aunque suene sorprendente, nunca me he planteado esa pregunta con el nivel de profundidad y análisis suficiente como para responderla de una manera seria y con una opinión formada. Supongo que sí, aunque hemos de reconocer que ese episodio de la historia da para el mito y la elucubración. En cualquier caso, me parece mucho más interesante las motivaciones que llevaron al hombre a alcanzar la Luna o, en su defecto, a fingirlo, tanto da. En este sentido hay una frase de uno de los astronautas que conformaron la expedición del Apolo 11, que yo recojo en el libro y que es bastante reveladora. Buz Aldrin dijo «Si llegamos a la Luna no fue para estudiarla ni recoger muestras de su suelo, sino para aventajar a los rusos en la carrera espacial. Todo lo demás quedó en segundo plano... ».  Me parece que esa simple frase encierra mucho más de lo que parece y define en gran medida al ser humano.
La novela contagia un mensaje pesimista, en el sentido kafkiano, de la manipulación del hombre por parte del poder. ¿Por qué cree que es necesario, en estos momentos, hablar de esa relación?
—No sé  si es más necesario en este momento que en cualquier otro momento. La utilización del poder para manipular y someter a sus ciudadanos es algo que siempre ha estado presente. Casi es una característica genética del propio poder. Otra cosa es que en tiempos de crisis, sobre todo económica, todos seamos más conscientes de ello al ver en peligrar nuestro modo de vida burgués. De pronto todos nos volvemos más conscientes de los problemas propios y ajenos y más comprometidos con la situación política o social. Cuando para llegar a esa situación ha habido que recorrer un camino que no nos preocupó tanto en su momento.

En toda la novela está muy presente el asunto de la manipulación de la verdad. ¿Hay que estar muy loco para defender la verdad? ¿Los escritores entran dentro de esa categoría?
—Creo que más que defender o no la verdad, un término por otro lado muy relativo, lo que uno sí debe hacer es cuestionarse qué es verdad y qué es mentira y no dar siempre todo por hecho. Uno debe ser capaz de intentar ver todas las aristas del poliedro y buscar su propia manera de interpretar la realidad, evidentemente con la máxima información posible.Respecto a si los escritores entran o no dentro de esa categoría, no creo sinceramente que el escritor esté obligado a un compromiso mayor que cualquier otro tipo de ciudadano, ya sea fontanero o informático. De hecho creo que todos deberíamos tener un compromiso con el entorno que nos rodea y nuestra cotidianidad. Más allá del compromiso global y visible, creo que el compromiso diario de cada uno de nosotros es mucho más fundamental para crear una sociedad más habitable. De nada sirve ir a una manifestación puntualmente en contra de lo que sea o colgar en las redes sociales nuestra opinión indignada, si posteriormente no  alzamos la voz contra las injusticias que se producen en nuestro centro de trabajo, en nuestro vecindario o no somos solidarios con nuestro propio entorno. Como decía Unamuno creo que la intrahistoria, esa pequeña historia que todos construimos en nuestro día a día, es la que verdaderamente hace cambiar la historia. Aunque por supuesto tiene mucho menos glamur y te convierte en mucho menos “popular” (no luce tanto la solidaridad ejercida en el día a día como la solidaridad ejercida a 7000 km de distancia o ni siquiera como colgar un simple mensaje en Facebook o Twitter).El hecho de que el mundo esté como está, desde luego no es algo ajeno a cualquiera de nosotros, ni responsabilidad exclusiva de nuestros dirigentes. Deberíamos preguntarnos a veces, con un sentido autocrítico, cómo hemos llegado hasta donde estamos. Y no me refiero solo al tema económico.

Usted ha ocupado varias posiciones en torno al mundo editorial: desde la barrera, como informador; desde dentro, como editor; ya en el ruedo, ahora, como autor. ¿Cuál le ha dado más satisfacciones? ¿Siendo editor se aprende o se desaprende a ser escritor?
—Es una buena pregunta. Puede que en parte se desaprenda a ser escritor. Si te sientas a escribir con ojos de editor, pensando en qué condiciones debe reunir un buen libro, puede que no te salga una línea decente. En cuanto a qué me ha dado más satisfacciones, la verdad es que intento siempre disfrutar de todo lo que hago. Viví muy buenos momentos e hice buenos amigos como redactor del canal de literatura, Literalia TV, junto a un equipo de compañeros magníficos encabezados por Juan Manuel Peña y David Flores. Igualmente la época al frente de Ediciones Baladí fue una época maravillosa al lado de Nacho Lastra (hoy en día prácticamente un hermano para mí), en la que creo que ambos aprendimos mucho, a pesar de que la editorial no funcionase todo lo bien que hubiésemos querido.  Ahora, como autor, es distinto. Es algo que realizas en soledad. Pero la satisfacción de que alguien fuera de tu círculo tenga la posibilidad de leerte y transmitirte su opinión acerca de lo que has escrito también es muy gratificante.En general creo que he tenido mucha suerte, a pesar, como te digo, de que muchos proyectos se hayan quedado por el camino.

La novela apareció directamente en formato electrónico el pasado 12 de julio, ¿contento con la experiencia? ¿Qué le falta al libro electrónico en nuestro país?
 —Sí, muy contento de haber tenido la oportunidad de que mi novela inaugure el primer sello exclusivamente digital del Grupo Planeta, Ediciones Tagus, y de lo bien que me ha tratado su editora Adelaida Herrera. Respecto a qué le falta al libro electrónico, creo que entre otras cosas aprender de los errores que cometió la industria de la música. Tú no puedes vender un libro en formato electrónico tan solo un 20 o un 25 por ciento más barato que en formato tradicional, cuando el ahorro de costes es bastante mayor que eso. No existe almacenaje, distribución, librería, imprenta y, sobre todo, no tienes que asumir devoluciones (algo que es una losa dentro del sector). En ese sentido creo que la filosofía comercial de Ediciones Tagus, vendiendo sus ebooks entre 3 y 6 euros, es acertada, además de evidentemente más justa.

Fotos: Juan Manuel Peña