jueves, 21 de junio de 2012

Jaume Cabré: "Escribir es pasar años entre la niebla, sin brújula ni mapa"

Es un autor aclamado y valorado en medio mundo, pero parece conservar una timidez antigua y muy pegada a los huesos. Por lo menos eso he pensado las veces -pocas- en que he hablado con él en persona. Por teléfono, en cambio, Jaume Cabré cambia mucho. Su risa explota de vez en cuando, franca como la de un personaje de cuento infantil, pongamos un gigante. Es un hombre generoso, que demora las respuestas, derrocha pasión y humanidad. Yo no puedo evitar pensar que Adrián, el protagonista de Yo confieso, odia el teléfono, y hay un momento de la novela en que suspira preguntándose cuán feliz habría sido su vida sin ese aparato. Espero que al finalizar nuestra entrevista telefónica, el autor no haya secundado al personaje.


Entrevista de Care Santos

-Leyéndole da la impresión de que escribe usted riendo, sonriendo, dando saltos de alegría o de felicidad. Desde luego, nunca sufriendo. ¿Es así?

-Sufriendo seguro que no escribo, porque escribir es una alegría. Nunca sufro. Otra cosa es que se dan momentos de crisis, en que no sé por dónde voy, en que el caos es terrible y me fuerza a formularme preguntas de base. De qué estoy queriendo hablar, en el fondo, por ejemplo. Cuando esto ocurre pienso: bueno, tengo más trabajo que hacer. No me importa, no tengo prisa, ya lo conseguiré. Visto de este modo, cada día es una aventura. El proceso de elaboración es muy largo. Escribir es pasar años entre la niebla sin brújula ni mapa. Y aún más: tomando decisiones una tras otra, sin saber si son correctas o te llevarán a alguna parte.

-Uno de los asuntos de su obra es el poder, sobre el que siempre arroja una mirada muy crítica. ¿A qué cree que se debe?
-A menudo no sabes por qué haces las cosas. Hasta que alguien te lo dice y entonces te das cuenta. Es cierto, el poder aparece en mis novelas. Me he interrogado sobre esta obsesión o esta constancia y he llegado a la conclusión de que el poder forma parte de las personas. En nuestras relaciones siempre se manifiesta una relación de poder. Incluso en las relaciones de pareja, o de amistad, donde siempre hay uno que manda. Es probable que estas relaciones sean innatas a nuestra naturaleza. Es un asunto, por tanto, que está en la vida, y como tal me interesa.

-La naturaleza del mal, las razones de la creación artística, la búsqueda de la felicidad. Todos estos asuntos están en Yo confieso. ¿El Arte es un lugar más apropiado donde abordar los grandes asuntos?

-En general, el Arte tiene un poder del que carece la vida. Hay una pregunta que flota en el libro: ¿Es posible el Arte después del horror? Mueren las víctimas, pero también sus verdugos. Y los testigos directos, y aquellos que les juzgaron. Va quedando la realidad de Aushwitz en manos de los estudiosos que manejan datos objetivos. Y los datos objetivos no emocionan. En una novela, puedes conseguir que el lector entre contigo en el barracón del campo de concentración y contemple una escena horrible. Es un privilegio del Arte sobre la vida. Y del artista.


-En Jo confesso hay una relación de amistad entre Adrià, el protagonista, y Bernat. Adrià es estudioso, profesor, escritor. Bernat es violinista y escritor frustrado. Da la impresión de que ambos tienen muchos rasgos de usted mismo. ¿Son esos personajes una especie de desdoblamiento de usted mismo?

-Sí, ambos tienen cosas mías, pero en la medida en que las tienen todos mis personajes, incluidos los peores. En todos ellos pongo mi vida. La base de la amistad entre Adrià y Bernat es su admiración mutua. Adrià admira la dedicación y el talento de Bernat con el violín y Bernat admira de Adrián su inteligencia. A mí me ocurre algo similar con mis grandes amigos. Les quiero mucho, pero les admiro mucho. Me descubro ante ellos. No debemos perder la capacidad de admirarnos.

-Podríamos decir que el escenario de la novela es Europa. Y que, en ese sentido, es una historia con clara vocación europea, pues. ¿Debe este rasgo a los muchos lectores que tiene en otros idiomas o no fue premeditado? ¿Piensa en esos lectores, mientras escribe?

-Pienso en ellos, pero de un modo intuitovo, no consciente. A medida que mis novelas se han ido traduciendo he podido hablar con lectores de muchos lugares, que me han formulado preguntas muy interesantes y con quienes he mantenido grandes conversaciones. Todo eso hace que les tenga muy presentes, incluso a pesar de que nunca pienso en un lector concreto cuando escribo.


-Hábleme de su relación con sus traductores a otras lenguas.

-Es una relación que procuro que sea cómoda. Los traductores tienen que hacer su trabajo y tú debes dejarles que lo hagan. Yo me pongo a su disposición y les pido que no dejen de preguntarme cualquier duda, ya sea estilística, lingüística, cultural o de lo que sea. Hay algunos que van más a su aire y otros que quieren aclararlo todo. Una vez un traductor me gusta, procuro que haya continuidad. En algunos casos, llegan a conocerme tan bien que ya no necesitan preguntarme nada, como mi traductora al húngaro, que ya ha vertido a su idioma cuatro libros míos.


-¿Le ocurrió algo parecido con su traductora al castellano, Concha Cardeñoso Sáenz de Miera?

-Mi relación con Concha es muy especial. La conocí cuando, hace años, la revista Lateral me pidió un cuento. Iban a publicar el más corto de los relatos de Viatge d'hivern y me dijeron que ella sería mi traductora. Concha me envió una lista con algunas preguntas y me parecieron tan bien urdidas que enseguida me di cuenta de que era una persona que llegaba hasta el fondo de las cosas. Cuando vi el cuento terminado lo tuve muy claro. Tanto que propuse su nombre como traductora a mis editores de Destino. Sin embargo, cuando llamaron para encargarle la traducción,  Concha dijo que no podía. Se lo pedí casi de rodillas, y accedió. Hizo un trabajo inmenso y yo me limité a estar pendiente de todo. Fue extraordinario.

-¿Ha podido comenzar a trabajar en una nueva novela? ¿Nos puede adelantar algo?

-He comenzado, pero es tan débil aún que no puedo explicar nada. Sólo tengo hilos que no van a ninguna parte. Por ahora, no puedo dedicarle mucho tiempo. No puedo disponer de largas sesiones de escritura.

-¿Vive con frustración o con rabia el tener que postergar la escritura a causa de la promoción o las servidumbres de un libro anterior, como en este caso?

-Sería injusto llevarlo con disgusto, rabia o frustración, porque estoy muy contento de que me pase esto. Por mí, pero también por la literatura catalana, que siempre ha sido recibida en España con reticencias, y es gratificante ver que se superan estas trabas. Además, tengo deudas con mis editores. No sólo con los de aquí. También con los italianos, con los alemanes, con otros... Se lo debo. A pesar de todo, estoy negociando ya la retirada. Si todo va bien, espero pasar el verano trabajando mucho.




martes, 19 de junio de 2012

Juan Soto Ivars: “La vida del inédito es muy difícil”

Entrevista de María Dolores García Pastor

Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) forma parte de una generación de jóvenes escritores que están dando mucho que hablar. A finales de 2011 su nombre empezó a hacerse muy popular en los círculos literarios por dos motivos: el polémico prólogo de la antología de relatos Mi madre es un pez, manifiesto del movimiento literario Nuevo Drama, y la publicación de su novela La conjetura Perelmán. En abril de este año vio la luz su opera prima, Siberia, un libro extraño que atrapa al lector y que esá escrito con tanta madurez que cuesta creer que sea obra de un escritor tan joven. Soto dice que el Nuevo Drama defiende la emoción y la vivencia y eso queda plasmado, sobre todo, en su primera novela. Y en cuanto a etiquetarlo como escritor o como alguien que escribe, hay pocas dudas, Siberia responde a esa pregunta y a muchas más.
Hace unos meses decía que no pretendía conseguir notoriedad con este libro ni tampoco ganar dinero, que se iba a dar el gusto de regalarlo a sus amigos. Para él era suficiente verlo editado, aunque hubiera sido un poco por el efecto dominó de la publicación de La conjetura Perelmán. Pero por esas cosas de la vida y del mundillo editorial, Siberia le está dando muchas alegrías, entre ellas la de hacerle merecedor del VI Premio Tormenta al Mejor Autor Revelación. Esperamos que sólo sea el principio.

–Estoy convencida de que, a partir de ahora, para sus lectores Siberia dejará de ser un lugar para convertirse en algo más pero, ¿qué es exactamente? ¿Un estado de ánimo? ¿La historia de un exilio autoimpuesto? ¿La crónica de una depresión?

Siberia era sinónimo de destierro en la Unión Soviética. Resulta que la cárcel puede ser un lugar sin muros, una extensión demasiado amplia como para pensar en escapar, una anulación del deseo de huida. Las encerronas en la vida son así, desde una depresión misteriosa al sentimiento de culpa más concreto y justificado significan un encierro en el todo, una reclusión en el espacio infinito que es la capacidad de elegir cuando la iniciativa y el empuje faltan. Quien se siente encerrado en Madrid con toda la vida por delante y en pleno siglo XXI está en una Siberia invisible. Puede echar a caminar hacia la salvación pero algo se lo impide. Esta es la Siberia que quise cristalizar.

–En el prólogo, Alejandro García Ingrisano nos dice que se trata de una novela autobiográfica. Conociendo este dato se diría que Siberia surgió en un momento complicado de su vida.

Y tanto. En un momento en que nadie me había dicho que lo que escribía estaba bien. Mira, ahora me dicen que la novela ha recibido un premio y apenas me lo puedo creer. Hace unos meses tampoco podía creerme que la novela saliera publicada. La vida del inédito es muy difícil: todos necesitamos algo de reconocimiento. Siberia tiene una parte de esto, el personaje protagonista no sabe si lo que escribe es bueno y ahí arranca una de las frustraciones del libro. La otra es el amor. Cuando escribí Siberia yo era un inédito y me iba francamente mal en el amor. Ahora veo que mi ambición fue convertir todo aquel dolor en belleza, ahora puedo decir: esto es lo que hay.

–Su Siberia la conforman la historia de Jonás, ese otro libro dentro del libro llamado "Frío siberiano" y esa especie de manual sobre la escritura. En cuanto a las ocho diferencias entre el escritor y el que escribe que se enuncian a lo largo del libro ¿son tantas y tan profundas?

En Siberia hay tres narradores. El primer narrador mira a Jonás desde la tercera persona, habla de él desde fuera. Ese narrador, que al final de la novela recibe su identidad al resolverse el misterio del punto de vista, traza las ocho diferencias. Son ocho diferencias que pesan sobre Jonás y que pesaban sobre mí cuando escribí el libro. Supongo que un lector que se encuentre en esa fase de inedición y de duda, de falta total de reconocimiento, podría entender que las ocho diferencias entre el escritor y el fracasado son reales.


–¿Dentro de qué grupo estaría Juan Soto Ivars, entre los escritores o entre los que escriben?

Cuando me das un premio soy el escritor, pero cuando me pongo con la novela siguiente vuelvo a ser el que escribe. Todo depende de cómo salga cada libro. Uno no está a salvo sólo por haber salvado las naves una y otra vez. Hay que volver a salvarlas siempre o dejarlo a tiempo.

–En cuanto a ese juego con la voz narrativa, ¿obedece a una manera del personaje o del propio autor de alejarse y reencontrarse consigo mismo? ¿Cuál es su objetivo?

Los narradores en Siberia son el principal misterio, la adivinanza que dejo al lector. Como herramienta, ese acercamiento de tercera persona, segunda y primera sirve para crear un efecto de zoom, para empezar viendo a Jonás desde el aire y acabar inyectado en su cabeza. Pero averiguar quién es ese narrador en cada parte es el juego, la gracia del chiste. Mejor dejar la incógnita por si alguien quiere hacer el crucigrama entero.

–¿Qué ocurrió entre la génesis de Siberia y la de La conjetura de Perelmán que los hace ser libros tan diferentes?

Mi amiga Desirée me dijo que había algo en común entre las dos novelas. Yo no me había dado cuenta, pero tiene toda la razón. En ambos libros el personaje central se enfrenta a un silencio abisal de otro personaje y trata de llevar adelante su vida con esa falta de respuesta. Ambos protagonistas conviven con el silencio y tratan de reaccionar. Pero la parafernalia de Perelmán con su violencia y su trama pulp es contradictoria a la intimidad dolorida de Siberia. La explicación es que escribiendo Perelmán disfruté y con Siberia sufrí como un cerdo.

–Siberia, Perelmán, ¿a qué se debe su predilección por Rusia? ¿Tiene que ver con su experiencia personal, sus lecturas?

Con Rusia tengo algo casi espiritual. Mis lecturas rusas son bastante exigentes y copiosas, supongo que es, después de España, el país del que he bebido más literatura y de forma más continuada. El experimento soviético me fascina, y también las extensiones de terreno yermas, las llanuras. Me pasa con Rusia lo que le pasaba a Washington Irving con Granada. Hay extrañas afinidades espirituales con geografías que no tienen nada que ver con la patria de uno. Hay patrias totalmente caprichosas. Uno ama fácilmente lo que han sufrido otros.

–En La conjetura de Perelmán se advierte una forma de contar y un ritmo muy cinematográficos. ¿Qué importancia tiene el cine en su escritura?

Para La conjetura de Perelmán, una importancia capital. Escribí esa novela después de Siberia, que está hecha de lecturas. La escribí viendo cine de Peckinpah, tragándome películas de acción una detrás de otra. Pensé en la estructura del libro como si fuera una película y traté de rodearme sólo de libros cinematográficos. Leí obras de teatro y guiones. Si hubiera podido elegir, La conjetura... hubiera sido una película. Y no una de las que se disfrutan espiritualmente, sino un producto de entretenimiento con pirotecnia y Bruce Willis.


–¿Dónde encajan cada una de sus novelas dentro del Nuevo Drama?

El Nuevo Drama tiene una premisa clara: para escribir hay que vivir sucio, hay que vivir fuerte. A la literatura que me interesa no le sirve que el escritor sea muy culto y tenga agilidad para experimentar con las formas. El Nuevo Drama defiende la historia, la emoción, el estilo y la vivencia. No pierde de vista al lector. Perelman tiene en cuenta al lector y Siberia tiene en cuenta la vivencia. Pero lo mejor del Nuevo Drama es su falta de estructura normativa. Manuel Astur va a publicar un poemario y será el siguiente en decir lo que le parece el Nuevo Drama. Hasta qué punto estaremos de acuerdo es algo que respecta solamente a la forma de vivir de cada uno.

–¿Qué será lo próximo con lo que nos sorprenderá?

Ahora mismo estoy con tres proyectos. Una novela sobre los crímenes del futuro que tengo en fase de corrección y que no sé si tiene que ver con las anteriores; un libro de crowfounding con el que quiero experimentar las posibilidades de Internet y de los cauces de creación colectiva; por último, una novela infantil, un libro divertido para niños con el que amortizar un poco el grave síndrome de Peter Pan que tenemos los oriundos de los años 80. Dios dirá, compañera. Ya te digo que vuelvo a ser el que escribe. Pienso que cada palabra impresa podría ser la última y no tengo ni idea de lo que será de mí. Pero agradezco en el alma que hayáis leído Siberia y le deis este reconocimiento. Ayuda a pisar el suelo, que es la verdadera forma de alzar el vuelo.