viernes, 21 de enero de 2011

Paco Roca: "Las historietas de la editorial Bruguera me hicieron amar los cómics"

Entrevista de Care Santos

Empezó dibujando historietas eróticas e hizo sus pinitos en la mítica El Víbora. El mercado francés, para el que trabaja asiduamente, le adora. En España, el gran público le descubrió cuando obtuvo, en 2008, el Premio Nacional de Cómic por Arrugas, que muy pronto llegará a la gran pantalla. Este valenciano de 41 años, cuya bibliografía va de la imaginación más desbordante de Las calles de arena, Hijos de la Alhambra —publicado en Francia antes que en nuestro país— o El faro a la ternura más realista. En esta conversación, exclusiva para La Tormenta en un Vaso, nos habla de El invierno del dibujante y reflexiona sobre la situación del cómic en nuestro país.

El invierno del dibujante es su personal homenaje a una serie de dibujantes de cómic y también a una escuela muy determinada. ¿Por qué te decidiste a hacerlo?

—Es una idea que tenía desde hace años y ahora era el momento de hacerla. La editorial Astiberri quería producir un álbum y pensé que esta idea podía encajar bien para el mercado español. Tenía muchas ganas de meterme con ella. Las historietas de la editorial Bruguera me hicieron amar los cómics. Para mi El Invierno del dibujante es un homenaje a todos aquellos dibujantes como Escobar, Vázquez, Ibañez, Raf... eran mis ídolos cuando era pequeño y tenía claro entonces que quería ser dibujante igual que ellos en el futuro.

Tengo entendido que es usted un autor que se documenta mucho. ¿Cómo fue la etapa de documentación para este álbum?

—Me gusta la fase de documentación. Empiezas a descubrir cosas y al mismo tiempo empiezas a escribir el guión. Es el momento en el que nace todo. En este caso la documentación en algunos aspectos era un trabajo complicado. había muchos huecos en la historia, contradicciones de fechas, lugares... Poder contar con la ayuda del estudioso en Bruguera Antonio Guiral me fue de gran ayuda. Durante meses le masacré a correos y llamadas. También me fue de mucha utilidad hablar con todas las personas que estuvieron involucrados en la editorial aquellos años o posteriores; Víctor Mora, Armonía, Nadal, Andreu Martín, Ibáñez, redactores y demás empleados... Además de la parte de documentación necesaria para escribir el guión, necesitaba también mucha documentación gráfica para recrear la barcelona de finales de los cincuenta. Para ello me vi decenas de películas de la época, NODOS, y muchas fotografías de gente como Catalá Roca. Lo más difícil fue encontrar imágenes de cómo era Bruguera en la época, gracias el trabajo del Centro Cultural del Coll, que es donde estaba situada la editorial, pude conseguir fotos de trabajadores o familiares donde se podía ver algunas de las instalaciones.

Es usted dibujante, guionista, colorista... una especie de hombre orquesta de su trabajo... ¿Es así por perfeccionismo, dificultad para delegar, pasión por todas las etapas del trabajo, o...?

—Es una mezcla de todo. Por un lado me gusta esa forma de trabajo solitaria que tienen los cómics, para lo bueno o para lo malo tienes total libertad creativa, tus decisiones no pasan por ningún filtro externo. Para mi todas las fases del cómic son importantes en cuanto a la narración; la documentación y el guión. Luego cuentas esa historia que ya está narrada en palabras con dibujos. Después la vuelves a contar con el color, dando énfasis o atmósfera donde lo requiera. En el fondo no creo ser excesivamente bueno en ninguna de esas facetas por separado, pero creo que el conjunto sí que consigue más o menos lo que pretendo contar.

El dibujo destila ternura pero también nostalgia, una forma serena de tristeza. De algún modo, algo parecido ocurría en Arrugas. ¿Cree que la nostalgia, la introspección forma parte de su lenguaje como autor?

—Es difícil analizarse uno mismo. Muchas cosas no me las planteo de una forma consciente. No sé que me lleva a contar una historia y otra no. Hace pocos días un amigo escritor me comentaba que de El Faro hasta aquí, mis protagonistas siempre son perdedores. Creo que es cierto y no me había parado a pensarlo. Imagino que me gustan las historias de perdedores, me siento más cercano a entender qué pueden sentir y creo que el contar esas historias condiciona el lenguaje que utilizo.

¿Hay, en su trayectoria, un antes y un después de Arrugas? ¿De qué modo?

—Desde luego. Arrugas marca un punto de inflexión en mi carrera. El éxito de este álbum, además de traer bastante caos en mi vida, me ha dado bastante reconocimiento en España y otros países. Consigues de golpe tener muchos lectores por todas partes que le van a dar una oportunidad no sólo a tus nuevos trabajos sino también a los anteriores. Esto también te vuelve mucho más exigente con tu trabajo, lo cual es bueno. Pero también te condiciona a la hora de empezar nuevos proyectos. Empiezas a pensar en tus lectores, en lo que les puede gustar y pensar demasiado en estas cosas te puede llegar a convertir en un autor cobarde y arriesgar menos.

¿Qué le falta al mundo del cómic en nuestro país?

—Creo que autores de calidad desde luego que no. La lista de autores que trabajan y venden muy bien fuera es enorme. Quizá lo que nos falte es una industria que apueste por estos autores en lugar de limitarse a comprar los derechos a editoriales de otros países. Dicho así parece fácil, pero requiere que consigamos cada vez más lectores que sostengan esa industria. Quizá para ello debamos encontrar una forma de hacer cómics que sea la que interesa al público generalista español. Al igual que en Francia tienen su formato BD o en Japón el manga.

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